top of page

El cañadón todo oro - Jack London

 

Una pradera ubicada entre las montañas se escondía tras una cortina de musgo y enredaderas. Allí, la cascada que venía desde las colinas terminaba en un estanque. Mitad zambullido en el agua y mitad afuera dormitaba un gamo, hasta que sintió una voz humana que se aproximaba. Pertenecía a un minero llamado Bill. El ruido de las botas del hombre contra las piedras terminó de espantar al animal que salió huyendo.

El minero se sintió feliz de haber descubierto ese lugar. Era una persona alegre y generalmente andaba de buen humor. También tenía la costumbre de hablar solo. Con él llevaba un pico, una pala y un cedazo que utilizaba para buscar oro.

Comenzó con su minucioso trabajo que consistía en excavar y luego en separar la tierra, la arena y el agua de los puntos de oro. A medida que el hombre caminaba corriente abajo, los puntos dorados disminuían. A su vez, cuando lograba separar algunos, los terminaba tirando por la corriente. Sin embargo, el hombre estaba contento.

            En vez de almorzar continuó su labor mientras el sol se escondía. Los pozos los hacía en línea y entrecruzaba la colina de un costado a otro para excavar. Cuanto más arriba, no sólo había más oro sino que las líneas se iban acercando entre sí. Esto significaba que si encontraba el punto de convergencia entre las dos líneas, encontraría la ubicación del pozo de oro; lo que él llamaba el “Señor Depósito”.

            Durante los tres días siguientes trabajó de sol a sol, llegando a obsesionarse un poco. Pensó ocasionalmente en la posibilidad de que hubiera alguien siguiéndolo, pero cuando subió por uno de los costados del cañadón no vio a nadie.

            Finalmente el quinto día encontró el tan codiciado depósito. Cavó un pozo muy profundo y se metió en él. Había pedazos de oro puro y también de algunos mezclados entre las rocas. Estaba sentado en cuclillas, con el oro en las manos y percibió un peligro inminente a sus espaldas. De repente, sintió que le disparaban y cayó al suelo.

            El hombre que empuñaba el arma se sentó al borde del pozo, fumó un cigarrillo y luego bajó. Bill, a quien las balas no le habían hecho demasiado daño, logró tirarlo y comenzaron a pelear por el revólver. El minero fue quien se quedó con él y le disparó repetidas veces hasta matarlo. Luego sacó el cadáver, el oro, enterró al desconocido y se marchó del cañadón con sus dos caballos cargados con la riqueza encontrada. 

El puente sobre el río del búho - Ambrose Bierce

 

Peyton Faquar vivía en Alabama con su esposa y sus hijos. Durante la Guerra de Secesión Norteamericana, tomó partido por el bando secesionista pero, por diversas causas, no pudo alistarse en el Ejército.

Un día, estaba sentado con su mujer y apareció un soldado a pedirles agua. Les comentó que el Ejército Federal estaba reparando el Puente del Río Búho para avanzar y a quien estorbara esta labor lo colgarían sin juicio previo. Faquar indagó acerca de las ubicaciones del Ejército, del puente y de cómo podría hacer una persona para sabotearlo. El soldado era un infiltrado que pertenecía al Ejército Federal.

A Peyton Faquar lo condenaron a morir en la horca sobre el puente ferroviario que había pretendido incendiar. Estaba parado arriba de una tabla y sólo era necesaria la orden del Capitán para que le soltaran el flojo piso y cayera. El hombre pensaba en su familia y en que si se pudiera desatar, caer el río y esquivar las balas sobreviviría. Pero esto no sucedió y murió ahorcado.

Sin embargo, al momento de morir, Faquar sintió que había perdido la conciencia. Sufrió ahogo y dolor en la garganta y pensó que la cuerda se había roto y entonces había caído al agua. Se desató las cuerdas de las manos y comenzó a nadar para salvarse, aunque tenía diversos malestares.

Mientras avanzaba por el río creyó ver a los soldados arriba del puente gritando y señalándolo. Pensó que todos empezaban a dispararle y que él lograba esquivar las balas, hasta que sintió un remolino y todo le empezó a dar vueltas. Luego imaginó llegar a la superficie y adentrarse en un bosque, mientras alguien atinaba a matarlo con una ametralladora. De pronto, se encontró en un lugar que no conocía, donde no había nadie, ningún rastro humano.

Y de la nada, vio la puerta de su casa. Y a su mujer, hermosa, saliendo a saludarlo. Cuando se dirigió a abrazarla, sintió un fuerte golpe en la nuca. Vio una luz blanca y después sólo oscuridad y silencio. 

 

© 2014 . Proudly created with Wix.com

Let’s Connect
  • Facebook Basic Black
  • Twitter Basic Black
  • Google+ Basic Black
bottom of page