Piedras rodantes
Chicago, 1948; McKingley Morganfield, mejor conocido como Muddy Watters, graba su primer sencillo titulado “Rollin´ stone”. El padre del blues de Chicago, quien luego se convertiría en una de las más grandes influencias en el rock, plantaba las raíces de una expresión que sería más que significativa en la cultura joven de las generaciones venideras.
Londres, 1962; Mick Jagger, Brian Jones, Keith Richards, Ian Stewart y Dick Taylor dan nacimiento a una banda que sentaría no sólo las bases del rock británico sino que pasaría a la historia como una de las de mayor influjo y trayectoria: The Rolling Stones. El nombre es acuñado en homenaje a aquél sencillo grabado por Watters.
New York, 1966; Bob Dylan, luego de una gira por Inglaterra y en crisis con su carrera artística, compone una canción que en el futuro sería un himno de la cultura rock: “Like a Rolling Stone”. Según sus palabras, al principio tenía más de diez páginas y después pudo convertir esa catarsis en un producto musical vigente y consumido como obra cumbre hasta la actualidad.
En San Francisco, un año después y en coincidencia con la ebullición de la época, un periodista y un crítico musical fundan una revista que significaría una ruptura en el periodismo gráfico: Rolling Stone. El nombre fue elegido, al igual que la banda de Mick Jagger, en honor al sencillo de 1948.
La expresión, traducida en términos de rebeldía, de “bala perdida”, de piedra rodante que no se detiene y va por la vida con el ímpetu de una avalancha, capturó el espíritu de una contracultura joven que comenzaba a revolucionar los ámbitos artísticos, culturales y políticos.
Los inicios
Estados Unidos estaba inmerso en la Guerra de Viet Nam y en plena carrera espacial contra los soviéticos por conquistar la luna; The doors lanzaba su primer disco, Elvis Presley se casaba en Las Vegas, Aretha Franklin descosía las radios con “Respect” y en noviembre de ese mismo año, un joven de 21 años, algo petiso y robusto, con el pelo negro hasta las orejas, se asociaba con un crítico y músico para fundar una revista que iría a contramano de las publicaciones de la época: The Rolling Stone.
Jann Wenner era neoyorquino, al igual que Ralph Joseph Gleason, pero 1967 los encontró a ambos en San Francisco, California. Gleason era un jazzista de cincuenta años que escribía en The San Francisco Chronicles notas y entrevistas acerca de aquello que más le apasionaba: música. De hecho, fue el primero en introducir el jazz y la música popular en las agendas de los grandes medios. En la década del ´50 entrevistó, entre otros, a Elvis, Hank Williams y Fats Dominio.
Wenner era mucho más joven y cursaba sus estudios en la Universidad de California; pero el proyecto ambicioso de la revista terminó de seducirlo y abandonó la universidad para convertirse en fundador de Rolling Stone. No tenían capital, así que (conocida es la historia) Wenner pidió un préstamo de $7500 dólares a sus familiares y amigos.
La propuesta era distinta: no sólo a través de la música se transmitirían los hervores y tensiones sociales que sacudían a la época sino que correría a los costados del mainstream: “…hasta entonces nadie se había tomado el mundo de la música en serio. Era como un negocio, pero no enfocado a la gente que le interesaba la música. En el Reino Unido tenían publicaciones como New Musical Express o el Melody Maker, pero no teníamos nada por el estilo en Estados Unidos. No había ninguna publicación enfocada a los músicos.” Cuenta Baron Wolman, fotógrafo del staff original de la revista, quien retrató a Jimi Hendrix, Janis Joplin, Grateful Dead, Iggy Pop y Jim Morrison entre otros.
En el mismo sentido, el ganador del premio pullitzer Lawrence Wrhigt, definía el modo de escribir de la revista de la siguiente manera: "No sólo ha de decir la última palabra sobre un tema, sino que el enfoque ha de ser descarado y el estilo vigoroso".
Fue un 9 de noviembre, cuando estas ideas se hicieron carne y aparecieron las primeras ediciones en los puestos de diarios. La tapa, en blanco y negro, mostraba una foto de John Lennon con la mirada evasiva y usando un casco de guerra, anunciando el estreno de la película “How I won the war”, protagonizada, entre otros, por el músico y dirigida por Richard Lester.
Tenía 24 páginas y costaba 25 centavos. La línea editorial era clara: “No es sólo sobre música, sino también sobre todas las cosas y actitudes que la música abarca”.
Rolling Stone empezaba así el camino hacia convertirse en el medio gráfico que caracterizaría una época en la que si bien el rock fue una de las vías principales por donde corría la contracultura, a los alrededores había mucho más para decir.
Nuevo Periodismo:
A mediados de los años sesenta la revolución cultural agitaba todas las ramas del arte, incluida la escritura y con ella el periodismo. Según Tom Wolfe, dentro de esta disciplina había jerarquías que comenzaban con el novelista y terminaban con los periodistas, como último escalafón. Pues bien, el nuevo periodismo derrumbó desde los cimientos esta torre a fuerza de diálogos innovadores, narraciones en primera persona y principalmente, la mixtura entre literatura y crónica periodística: el nacimiento de la no-ficción.
Como no podía ser de otra forma, Rolling Stone, caracterizada por el estilo rebelde y políticamente incorrecto, abrazó este nuevo género cobijando en su seno plumas de la talla de Hunter Thompson y Tom Wolfe.
Las historias que se narraban iban desde la industria nuclear, el movimiento reggae jamaiquino, hasta el Súper Bowl pasando también por la vida de Tina Turner y Muhammed Alí. Esto no acabaría en los sesenta, sino que por el contrario se iría acentuando hasta convertirse en una marca registrada de la revista.
Paul Scanlon, autor de “El Nuevo Periodismo en Rolling Stone”, escribió en 1979: “Roling Stone empezó en 1967 como publicación orientada a la música rock. La mayoría de las publicaciones (tanto revistas como periódicos) no sólo no se tomaban en serio la música sino que además no entendían su significado cultural. Rolling Stone sí, y llenó con ello un hueco, y logró prosperar. La música sigue siendo parte integrante de la cultura, pero ya no constituye el eje, como en 1967. La revista ha desviado la atención, en consecuencia, hacia una serie de temas, sin dejar de cubrir la música rock, pero abarcando otras áreas culturales. La actitud que ayudó a Rolling Stone a empezar no ha variado ni cambiado: otras publicaciones olvidan el objeto de la información que ofrecen, ignorando acontecimientos significativos, o se ven limitadas por sus propias censuras y actitudes anacrónicas. Admitimos, por supuesto, un porcentaje de errores. Pero no hay que olvidar que llevamos ya nueve años en la brecha.”
Si la revista mantiene su esencia en la actualidad, si traicionó su credo de origen que la diferenciaba de manera contundente del resto de la industria de medios, si perdió la originalidad y lucidez entre tanta página de chicas y chicos cool con remeras de marca, es una historia que en estas líneas no será narrada. Lo que es un hecho, es que Rolling Stone durante sus orígenes supo ser un grito audaz y efervescente que canalizó las transformaciones culturales de la época y hechizó a la masa de jóvenes rebeldes de su generación.